Suicidio, determinación social y neoliberalismo
Una estrategia efectiva de prevención del suicidio debe incluir el trabajo intersectorial orientado a transformar los determinantes sociales que lo propician y a crear y fortalecer redes comunitarias en que la solidaridad prevalezca sobre el interés individual y la cooperación prime sobre la competencia salvaje. Es decir, debe ser una estrategia fundamentada en un verdadero enfoque de Atención Primaria en salud.
El acto de auto privarse de la vida ha existido desde el comienzo de la humanidad. Sin embargo, la determinación socioeconómica y cultural del comportamiento suicida no es la misma en cada período histórico. No se pueden comprender ni explicar de la misma manera los suicidios ordenados a sus enemigos por el emperador Nerón en la antigüedad, los suicidios dictados por el código de honor del samurái en el Japón feudal, o los suicidios de las últimas décadas de globalización de la economía neoliberal.
En estos tiempos de profundización de las inequidades sociales y de mercantilización extrema de la atención en salud y tal como lo analiza en su columna del 26 de abril pasado en el New York Times la psiquiatra Amy Barnhorst, aunque algunos suicidios pueden entenderse como resultado de problemas o trastornos mentales que podrían ser manejados apropiadamente con medicamentos, un gran porcentaje de ellos están directamente ligados al deterioro y pérdida de la calidad de vida y a la desesperanza que generan la pobreza, el desempleo y la soledad que sufren distintos sectores de la población. De hecho, un estudio reciente de los CDC concluyó que en los Estados Unidos más del 50% de las personas que se suicidan no tienen un diagnóstico de trastorno mental.
El enfoque para prevenir el suicidio entonces no debe limitarse al manejo farmacológico y esto es válido inclusive en los casos diagnosticados de depresión. En Colombia, según los datos existentes, es claro que en los últimos años ha aumentado la consulta por depresión y que la depresión afecta en mayor proporción a las mujeres que a los hombres, aunque es mucho mayor el número de casos de suicidio en el género masculino. Prescribir un antidepresivo no necesariamente es la única opción; entre otras razones, porque como afirma la Dra. Barnhorst, en aproximadamente la mitad de los casos, las personas medicadas no reportan una mejoría en su estado de ánimo. Más aún, no existe evidencia concluyente sobre que estos medicamentos disminuyan el número de suicidios.
A esto debe agregarse, que, en países como Estados Unidos, los millones de personas sin seguro médico no tienen fácil acceso a la consulta ni a los medicamentos. En Colombia, además de los problemas de acceso, la combinación de fármaco y psicoterapia (considerada el manejo más efectivo) no es lo frecuente y los estudios sobre eficacia, adherencia al tratamiento y seguridad de los antidepresivos más usados son escasos o inexistentes.
Se observa en los últimos años un incremento en las tasas de suicidio en varios países. En Estados Unidos, las tasas de suicidio presentaron un incremento del 25.4 % en el período comprendido entre 1999 y 2016. En Colombia, los casos de suicidio se incrementaron en un 25% entre 2008 y 2017. Éstos dos países tan disímiles comparten un denominador común: la implementación desde hace tres décadas del modelo económico neoclásico de la libre competencia, modelo que ha profundizado toda suerte de inequidades que causan en última instancia, el abatimiento, la soledad y la desesperanza que hacen que una pérdida, un desamor o una sin salida económica motiven consciente o impulsivamente la decisión suicida.
A esto se suma que el capitalismo neoclásico establece como condición sine qua non para desarrollar su postulado de libre competencia, un individualismo ramplón que destruye los sentimientos, redes y prácticas de apoyo y cuidado que protegen la salud mental de las comunidades. De esta manera el neoliberalismo se ha encargado de agregar la puntada final para facilitar que los desesperanzados salten al vacío. En consecuencia, una estrategia efectiva de prevención del suicidio debe incluir el trabajo intersectorial orientado a transformar los determinantes sociales que lo propician y a crear y fortalecer redes comunitarias en que la solidaridad prevalezca sobre el interés individual y la cooperación prime sobre la competencia salvaje. Es decir, debe ser una estrategia fundamentada en un verdadero enfoque de Atención Primaria en salud.