¿Por qué la agresividad incontrolada está matando a los colombianos?
Mientras no se reduzcan radicalmente las inequidades sociales, los estratos altos continuaran viendo afectados sus bienes y propiedades y los estratos bajos llorando a sus muertos.
A diario se sabe de lesiones y muertes causadas por altercados y riñas originados por hechos aparentemente baladíes, como la ocurrida el pasado 10 de abril en el Hospital Militar de Bogotá, en donde un infante de marina asesinó de un disparo de fusil a su compañero de guardia, por haberle arrebatado un billete de $2.000. ¿Cómo explicar este tipo de reacciones impulsivas y violentas?
La pregunta es aún más válida cuando se observa que no se trata de hechos aislados y que la magnitud del problema especialmente en Latinoamérica y en los países africanos más pobres hizo que la Organización Mundial de la Salud, OMS, declarara en 1996 a la violencia y en particular, a la violencia interpersonal, aquella que ocurre de manera fortuita en las calles o al interior de pequeños grupos (como el núcleo familiar), como un grave problema de salud pública.
Dos homicidios por hora
Saúl Franco, pionero en Colombia del estudio de la violencia desde la perspectiva de la salud pública, encontró que en el periodo comprendido entre 1975 y 2007 se registraron 602 mil 304 homicidios, lo cual significa que en promedio hubo anualmente 18 mil 253 muertes, o lo que es lo mismo: 50 homicidios al día. Es decir: dos homicidios por hora durante 33 años continuos.
Si se tiene en cuenta que la violencia genera más violencia y que la violencia interpersonal y la violencia colectiva, aquella ejercida por grupos armados con intereses políticos, económicos, y/o sociales, se refuerzan entre sí, ciertamente no hay razones para ser optimistas.
Las estadísticas muestran que a partir de 2002 los homicidios en Colombia han venido disminuyendo. Sin embargo, como lo demuestra un estudio de Andrés Ariza, el número de homicidios que han decrecido son los perpetrados por la guerrilla, los grupos paramilitares y el crimen organizado (homicidio instrumental), mientras que tienden a aumentar los homicidios producto de la violencia interpersonal cometidos por venganzas personales o riñas callejeras (homicidio impulsivo).
En Bucaramanga, por ejemplo, según el mismo estudio hubo en el 2006 un total de 149 homicidios atribuibles a violencia interpersonal (venganzas, peleas, atracos), aproximadamente tres muertes violentas a la semana, en contraste con 13 homicidios en todo el año por otro tipo de violencias.
¿Cómo entender el problema?
Los expertos en salud pública coinciden en que para entender de manera integral las causas de la violencia interpersonal deben considerarse los siguientes cuatro niveles de análisis del problema.
Un nivel individual, que explique las características de las personas que se involucran en actos de violencia; un nivel que dé cuenta del tipo de relaciones interpersonales que propician conductas de riesgo para la violencia; otro nivel correspondiente a la vida y la cultura de las comunidades en las que ocurren los hechos violentos y un cuarto nivel constituido por los determinantes socioeconómicos y políticos de la violencia.
Alcohol y violencia interpersonal
Existe evidencia incontrovertible que el ingerir bebidas alcohólicas está fuertemente asociado con las distintas manifestaciones de violencia interpersonal y hacen del bebedor en exceso un excelente candidato para convertirse en víctima o agresor.
Según la OMS, el alcohol causa en el mundo el 4% del total de años perdidos de vida saludable, debido a muertes prematuras o a incapacidades.
En la India y los países islámicos ese porcentaje es apenas del 1,3% mientras que en los países de Europa Central supera el 12%.
El consumo de alcohol está más fuertemente asociado con actos violentos, si se bebe en eventos episódicos (como ferias y fiestas) que si se bebe dentro de rutinas integradas a la vida diaria.
La concentración de bares y cantinas en una misma área (en Colombia, las zonas de tolerancia y más recientemente las zonas rosas) favorecen la violencia interpersonal.
Los hijos de padres, y muy especialmente de madres que beben en exceso, están más predispuestos a la violencia interpersonal. Igualmente, entre más incómoda, sucia y antihigiénica sea la cantina, más violencia ocurrirá en el lugar. Además, está demostrado que la violencia interpersonal y el alcohol se refuerzan mutuamente en un círculo vicioso de nunca acabar y que el problema del consumo de alcohol (y en el contexto de la ilegalidad, el de las drogas psicoactivas) es en el fondo un problema socioeconómico y no simplemente un problema de las personas que se embriagan.
¿La injusticia social predispone a la violencia?
El sociólogo y matemático noruego Johan Galtung acuñó el concepto de violencia estructural, para referirse a la violencia que ejercen los sistemas económicos, políticos y sociales que generan injusticia social, hambre y el sufrimiento que a su vez originan todo tipo de violencias.
Nadie discute que Colombia es uno de los países con unos niveles de pobreza crecientes y que, con respecto a los ingresos, es de los países más inequitativos del mundo. La desigualdad se ha profundizado como resultado de las políticas de libre mercado implementadas desde la apertura económica del gobierno Gaviria.
No es extraño entonces que la violencia se haya disparado en los años ochenta, a tal punto que Colombia fue en 1990 el país en el mundo con más homicidios: 90 por cada 100.000 habitantes y que los gastos de atención en salud llegaran a valer en 1997 el 5% del PBI, el índice más alto de la región.
La inequidad social (la desigualdad injusta y prevenible) impacta profundamente la salud de la población.
Por ejemplo, los habitantes de países con menor desigualdad económica y social como Suecia tienen mejor salud y más años de vida que la población de países como Estados Unidos con una economía mucho más poderosa, pero con mayor desigualdad en los ingresos.
Y para no ir muy lejos, la investigación ya mencionada de Andrés Ariza demuestra que la inmensa mayoría de los homicidios en Bucaramanga ocurren en las comunas de estratos socioeconómicos más bajos y en los barrios en donde la escolaridad de sus habitantes es menor.
A nivel de la persona, es posible que los genes asociados a agresividad o la frustración, la rabia, el resentimiento, la desesperación reprimida, los sentimientos de desesperanza o de impotencia acumulados sean el equivalente a apretar el “gatillo”; pero es la realidad de la lucha diaria por sobrevivir en un mundo profundamente desigual la que provee la “munición”.
Como afirma Saúl Franco: “Para mí es claro que lo que produce la violencia no es la pobreza, es la inequidad, es decir, cuando la gente percibe que unos tienen mucho y otros poco y ven esa situación como injusta”.
El presidente Santos informó hace pocos días la disminución del número de homicidios en los primeros meses del año en comparación con el mismo periodo del año anterior. Pero esta es una tendencia que como ya se dijo, viene de años atrás y es el resultado del aumento en la represión policial como estrategia principal de control de los actos violentos, estrategia que no modifica en nada las inequidades sociales existentes.
¿Los genes influyen?
Es indudable que los genes, las hormonas y ciertos rasgos de personalidad influyen para que haya personas más agresivas.
El hallazgo de una mutación en un gen localizado en el cromosoma X de los hombres de una familia holandesa, algunos de cuyos miembros incurrieron en numerosos crímenes, dio impulso a los estudios genéticos de la agresión.
El gen en cuestión es un gen que codifica la enzima Monoamino oxidasa-A (MAO-A) encargada de regular la dopamina, la serotonina, adrenalina y otros neurotransmisores. Y por el resultado de investigaciones que indican que hombres que portan una variante en este gen y que han sido víctimas de maltrato han cometido cuatro veces más delitos que hombres que no tienen la variante.
¿Qué camino se debe tomar?
Las estrategias de prevención de la violencia interpersonal son de diferente naturaleza: subir los precios de las bebidas alcohólicas o restringir el horario en que se pueden vender, prohibir el porte de armas.
También simplemente se puede eludir el problema creando remansos de paz en suburbios residenciales alejados y fuertemente custodiados.
Pero mientras no se reduzcan radicalmente las inequidades sociales, los estratos altos continuaran viendo afectados sus bienes y propiedades y los estratos bajos llorando a sus muertos.