Lo que dejó al descubierto Nueva Orléans
Usted puede escoger una expresión: “una catástrofe en espera de que ocurra, la crónica de un desastre anunciado”. Cualquier metáfora sirve para describir lo acontecido en Nueva Orleáns.
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1.
La inundación de la ciudad se pudo prevenir: con base en modelos por computador y un arte gráfico rico en detalles, los científicos de distintas instituciones (Universidad de Nueva Orleáns, Universidad Estatal de Louisiana, Universidad de Tulane, Universidad de Colorado y la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica) habían previsto con años de antelación e increíble precisión los trágicos eventos de 2005.
2.
El Houston Chronicle publicó en diciembre del 2001 un artículo en el cual alertaba que una tormenta podía dejar atrapados 250.000 o más habitantes de la ciudad y predijo que como resultado de esta situación podrían llegar a morir unas 25.000 personas.
3.
El diario New York times alertó en un artículo el día 30 de abril de 2002 sobre el alto riesgo de un catastrófico rompimiento de las murallas de contención y la consecuente inundación de Nueva Orleáns.
4.
El Times-Picayune, periódico de Nueva Orleáns advirtió en el 2002 que cerca de 100.000 personas sin transporte estarían especialmente amenazadas en caso de un huracán.
5.
En octubre 24, 2004, un año antes del Katrina, la revista National Geographic describió el probable escenario si un huracán golpeara Nueva Orleáns e inundara la ciudad luego de destruir los diques de protección. El artículo estimó en 200.000 el número de personas que no podrían evacuar la ciudad a tiempo y en 50.000 el número de víctimas fatales.
6.
En noviembre de 2004, un estudio publicado por el Centro de Riesgos Naturales de la Universidad de Colorado predijo que un huracán categoría 4 produciría la destrucción del sistema de murallas de protección contra las inundaciones de Nueva Orleáns. Otros estudios concluyeron que incluso un huracán categoría 3, si golpeaba la ciudad en ciertas condiciones, podría destruir los diques y terraplenes construidos desde el siglo 19, sumergirla bajo 9 metros de agua y atrapar fatalmente a miles de personas.
7.
Un reporte de Prensa Asociada del 27 de agosto, unas 36 horas antes del azote del huracán afirmó que: “al menos 100.000 personas carecían de medios de transporte para evacuar la ciudad”.
La catástrofe reveló al mundo que un tercio de la población de Nueva Orleáns se encontraba, según cifras oficiales, viviendo por debajo de la línea de pobreza, trabajando por salarios miserables y tratando de sobrevivir mientras pagaba arrendamientos elevados e impuestos onerosos. Una situación que simplemente es el reflejo de condiciones similares a lo largo y ancho de unos Estados Unidos que son básicamente dos países diferentes: el de los ricos, imagen que se promueve alrededor del mundo por las grandes compañías norteamericanas de cine y televisión, y el país de millones de personas que viven al borde de la miseria económica.
Los pobres de Nueva Orleáns son principalmente negros. Lo ocurrido después que la orden de evacuación fue dada reveló al mundo lo que puede pasarle en los Estados Unidos si usted es negro y pobre. No hay palabras para describir las muertes, el hambre, la sed, la miseria y la desesperación sufrida por un inmenso número de personas mientras esperaban en vano ser evacuadas de la ciudad, imágenes que fueron vistas alrededor del mundo por televisión.
¿Por qué la catástrofe no pudo ser evitada? Porque año tras año se negó la financiación adecuada de los planes para fortificar el sistema de barreras de protección. Porque el presupuesto del Cuerpo de Ingenieros del Ejército, responsable de mejorar el sistema de control de las aguas se ha recortado repetidamente. Solo en este año de 2005 se recortó el presupuesto en un 44% (71.2 millones de dólares). Porque FEMA, la agencia federal de prevención y atención de desastres no se ha financiado adecuadamente y muchas de sus funciones se han privatizado. Porque las medidas necesarias para prevenir la inundación son incompatibles con un modelo económico que no da prioridad a la inversión pública en infraestructura. Porque no existían planes para evacuar la ciudad de manera rápida y segura. Porque los dineros para la prevención y atención de desastres se han desviado para financiar la guerra en Irak. Porque durante los últimos 25 años el gobierno de Estados Unidos ha destruido y desmantelado de manera progresiva las varias formas de protección social, protección del ambiente y bienestar social instituidas después de la crisis de 1930 y en las décadas subsecuentes.
La reducción del tamaño del gobierno y la eliminación o privatización de sus funciones regulatorias se convirtió en el mantra de la élite del poder en Washington. El desprecio por el papel del gobierno en los asuntos de interés público se hizo aun más de manifiesto en la actual administración: hace dos años el Presidente Bush nombró para dirigir FEMA, a uno de sus amigotes, cuya única experiencia administrativa era la de haber sido Presidente de una Junta Directiva de jueces en exhibiciones de caballos árabes. La semana pasada un columnista del NewYork Times calificó al Director de FEMA de ser un “idiota sin remedio”.
El cortoplacismo y los recortes de presupuesto neoliberales han dejado inhabitable y tal vez completamente destruído uno de los más importantes lugares históricos de los Estados Unidos y uno de sus más importantes puertos comerciales: la ciudad de Nueva Orleáns. El dogma de las libres fuerzas del mercado no solo está arruinando las economías nacionales del Tercer Mundo sino que también ha creado las condiciones para muchos otros Katrinas en los Estados Unidos.
La tragedia humana del Katrina no es el resultado del huracán sino de la aplicación por parte del gobierno norteamericano de los principios económicos neoliberales. Esos mismos principios neoliberales son presentados por los Estados Unidos a otros países del mundo, como Colombia, como si fueran la panacea para remediar sus problemas económicos. Por el contrario, la tragedia de Nueva Orleáns revela que los postulados neoliberales no dejan de ser una simple receta para el desastre.
Editorial de: Raul Fernandez y Bernardo Useche, para Colombia Report, 7 de septiembre de 2005