Conclusiones: Educación sexual con fundamento científico

Doctor Bernardo Useche

 

La educación sexual no debe confundirse con el adoctrinamiento, la manipulación y la ambigüedad. Por el contrario, la educación sexual deberá fomentar el respeto por los principios religiosos y la vida íntima de las personas.

 

Mientras que el siglo XIX fue testigo del debate que buscaba la recuperación de la función sexual que había sido negada al ser humano en épocas anteriores, al siglo XX le correspondió el surgimiento de la sexología como ciencia; y al siglo XXI le corresponderá el establecimiento definitivo de la educación sexual en los currículos de cualquier país civilizado. La educación sexual debe ser la respuesta a la necesidad de conocimiento y formación en un área, que sin ser la única ni la más importante, es parte de la vida diaria de las personas.

La educación sexual debe fundamentarse en el avance de la ciencia sexológica, la cual no aparece espontáneamente, ni se “construye” en un proceso “dialogal” con la comunidad educativa, sino que es el resultado del esfuerzo investigativo de los científicos. La debilidad de la educación sexual en Colombia y, en general en América Latina está en proporción directa con el incipiente desarrollo de la sexología, situación que se ve reforzada por la tendencia a suplantar el conocimiento científico con el discurso ideológico y por el facilismo con que cualquier profesional se autoproclama “sexólogo”, “educador”, o “terapeuta sexual”.

El PNES debe ser sometido a la amplia discusión que no tuvo antes de su elaboración, especialmente dentro del magisterio colombiano, para luego replantearlo a la luz de los nuevos elementos que surtan de esa confrontación. En particular, se deben tener en cuenta en esta discusión los planteamientos sobre lo innecesario de ofrecer educación sexual durante los doce años de la educación básica, especialmente durante el preescolar, y sobre la posibilidad de precisar los contenidos básicos de acuerdo con los niveles educativos, sin necesidad de impregnar de manera formal todo el currículo.

El gobierno tiene la responsabilidad de garantizar la calidad de los programas de formación de educadores sexuales, para lo cual puede apoyarse, principalmente, en las universidades del Estado de reconocida trayectoria en esta área del conocimiento. No es conveniente facilitar la proliferación de especializaciones de educación sexual a distancia, ni dejar los programas en manos de profesionales sin seria formación académica en este campo.

La educación sexual no debe confundirse con el adoctrinamiento, la manipulación y la ambigüedad. Por el contrario, la educación sexual deberá fomentar el respeto por los principios religiosos y la vida íntima de las personas. Los conocimientos que se suministren deberán estar circunscritos al marco científico, deberán cubrir tanto los aspectos biológicos como los socioculturales de la sexualidad, y deberán analizar las relaciones entre la función sexual humana, los aspectos afectivos y el amor.

En fin, en estos tiempos, la educación sexual no puede limitarse a la “Instrucción y consejo para la joven novia” ofrecidos en épocas no muy lejanas y que incluían, entre otras, la siguiente advertencia: “Irónicamente, para la joven y sensible mujer que ha tenido los beneficios de una virtuosa educación, el día de la boda es al mismo tiempo el más feliz y el más aterrador de su vida. La felicidad proviene del acto mismo de la boda, ceremonia donde la novia es la atracción central, pues el festejo simboliza su triunfo al haber conquistado un hombre que le satisfaga todas las necesidades por el resto de su vida. La noche de bodas, por el contrario, es una noche de horror en la cual la novia debe encarar por primera vez, la terrible experiencia del encuentro sexual. ” (Smythers, 1894).

 
*Este articulo corresponde al primer capítulo del libro 5 Estudios de Sexología. Manizales, Colombia: ARS Ediciones. Useche, B. (1.999). Educación sexual con fundamento Científico. En: Useche, B. (1.999)
Apartes de este texto fueron presentados, a manera de ponencia, en el “2º Congreso Pedagógico Nacional”, realizado en Bogotá del 1º al 5 de noviembre de 1994, y una primera versión apareció en las memorias de dicho evento. La revista Deslinde (No.21) publicó este artículo en septiembre de 1997.
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