Racismo y pobreza

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Nota: Este articulo fue publicado oficialmente el  11 de enero de 2022 en el portal mascolombia.com

 

Son la economía y la cultura de un país las que terminan por establecer inaceptables y en muchas ocasiones criminales racismos nacionales, institucionales e individuales.

 

Apenas amanecía el 20 de enero de 2009 en Washington DC cuando llegamos a la estación del Metro. Ese día, la tarjeta para ingresar a los vagones tenía estampada la imagen de Obama. Una combinación de expectativa, ansiedad y alegría flotaba entre la multitud de quienes nos dirigíamos a presenciar la posesión del primer presidente afro de los Estados Unidos. Luego de la ceremonia corrimos hasta la cafetería de un hotel donde en los televisores observamos el ingreso de Obama a la Casa Blanca. En el momento en que el helicóptero se elevó llevándose al ahora expresidente Bush, estalló un júbilo difícil de describir: algarabía, gritos, risas, llanto, abrazos. Nunca había visto rostros afro más orgullosos. En medio de la celebración miré a un costado y me encontré con un eufórico Jessie Jackson, compañero de luchas de Martin Luther King y a quien acompañaba cuando el líder afro-americano fue asesinado.

Pasaron dos períodos de Obama en la presidencia de los Estados Unidos en los cuales hubo algunos logros importantes, pero no se logró que la inequidad racial disminuyera substancialmente (Leer informe). La explicación es sencilla: las desigualdades injustas entre razas y etnias tienen de fondo una desigualdad económica en el conjunto de la población. Más aún, hacer énfasis exclusivamente en las desigualdades raciales es una forma de encubrir la desigualdad en los ingresos y en las condiciones materiales de vida y de acentuar la discriminación de la población afro. El Dr. King entendió mejor que nadie esa relación entre la lucha contra el racismo y la lucha contra la pobreza.

Tomemos por caso, la prevalencia de VIH SIDA. Si se reporta como se hace en Estados Unidos por raza y etnia, de lejos hay un porcentaje mayor de población negra infectada con el virus del SIDA, seguida en orden por los latinos, los blancos y luego las personas de origen asiático. La imagen que se proyecta, presentadas las estadísticas de esta manera, es profundamente discriminatoria pues se hace ver que el SIDA es un problema principalmente de las personas afrodescendientes. Si, por el contrario, se reporta la prevalencia de infección por VIH según los ingresos de las personas, no hay diferencia entre razas o etnias, son los pobres de cualquier color los que más se infectan, y lo que es más esclarecedor: los porcentajes de infectados en las áreas afectadas por la pobreza en Estados Unidos son similares a los porcentajes encontrados en Burundi, Haití y demás países de mayor pobreza en el mundo.

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El estudio del genoma humano demostró que biológicamente no existen las razas, en cuanto cualesquiera dos personas, por diferente que sea el color de su piel, comparten más del 99.9% de sus genes. En este sentido, la totalidad de los habitantes del planeta somos idénticos. Además, las neurociencias de hoy prueban la plasticidad del cerebro a lo largo de la vida y en consecuencia la posibilidad de, si se cuenta con los recursos y la educación apropiada, desarrollar la capacidad intelectual de cualquier niña(o), independientemente de su color o sus ancestros. Luego, en esencia, así algunos grupos de fanáticos insistan en lo contrario, el racismo no tiene fundamento en las ciencias biológicas.

Son la economía y la cultura de un país las que terminan por establecer inaceptables y en muchas ocasiones criminales racismos nacionales, institucionales e individuales.  Es la historia del nazismo y su creencia en la superioridad de la raza aria, incubada en el deseo de revancha económica frente a los países que habían apabullado a Alemania en la primera gran guerra; creencia fomentada en las mentes de los alemanes desde la escuela, en la música, en las manifestaciones artísticas, como forma también de canalizar la frustración y el descontento de la población empobrecida.

En Latinoamérica, las desigualdades raciales tienen sus particularidades como lo ha demostrado Diego Ayala-McCormick en un estudio reciente, comparando niveles de ingresos, educativos, propiedad de vivienda y desempleo (ver Leer artículo). Las desigualdades en Brasil son similares en proporción a las de Estados Unidos; en Cuba y Puerto Rico son mucho menores y en Colombia son de un grado intermedio. Podría decirse que en Colombia las inequidades no son mayores, precisamente por la pobreza general de importantes sectores de la población. 

En la contienda electoral del 2022 en Colombia, un país de mayoría mestiza, lideresas y líderes afrodescendientes y de las etnias indígenas jugarán un papel determinante, en procura de sus reivindicaciones propias y en defensa de sus derechos y su cultura. Para lograr avances reales en un país de verdad incluyente, deberá elegirse un gobierno donde ellos participen equitativamente, y que se proponga, en primer lugar, dar vía libre al desarrollo agrícola, industrial y comercial para generar riqueza y empleo para todos. 

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