Obesidad, enfermedad y tratados de libre comercio

Chavo del ocho - Fernando Botero
Nota: Este articulo fue publicado oficialmente el 17  de octubre de 2021 en el portal mascolombia.com

 

Con los TLC los estantes de los supermercados se atiborran con bebidas y alimentos ultra procesados, pródigos en azúcares, sal y grasas saturadas se instalan las cadenas trasnacionales de restaurantes de comida chatarra que ingresan a nuestros países agregando a su menú, uno que otro plato con nombre nativo o un rotulo de “saludable”.

La malnutrición, el sobrepeso y la obesidad en niños y adultos de ambos sexos es un permanente motivo de preocupación para profesionales y autoridades de salud, problema que generalmente se aborda promoviendo cambios en el estilo de vida y comportamientos saludables. En casos individuales, estas recomendaciones, si se adoptan de manera regular y permanente son muy efectivas. A nivel del conjunto de la población, el problema es más complejo y por esta razón se implementan medidas de salud pública como el etiquetado de los productos alimenticios y los impuestos denominados “saludables”. El impuesto a las bebidas azucaradas, por ejemplo, pretende disminuir el consumo de gaseosas y por esta vía, contribuir a reducir la incidencia de obesidad y de las enfermedades que conlleva.

En los tiempos de la pandemia de COVID-19 que vivimos, la situación se complica aún más, pues el virus, que hoy sabemos afecta no solo la función respiratoria, sino de manera sistémica todo el organismo, actúa sobre las enfermedades preexistentes en la persona contagiada. En ese sentido, tienen más riesgo de enfermarse gravemente y de morir, aun si reciben cuidados y atención médica y hospitalaria oportunas, las personas con enfermedades asociadas con la obesidad tales como la diabetes. 

También hay evidencia que la obesidad, la diabetes y en general las enfermedades crónicas, no contagiosas al igual que las enfermedades transmisibles como la COVID-19 son más prevalentes en los grupos de población de menores ingresos. Hay una verdadera sinergia en la que se potencian entre sí, tres epidemias: la de la pobreza, la de enfermedades crónicas como la diabetes y la epidemia del COVID-19. Para identificar esta situación, se acuñó en salud pública el término “sindemia”. 

Esta situación nos conduce a examinar las condiciones económicas que determinan el que haya países en los que ha aumentado dramáticamente la obesidad en las últimas décadas como resultado de un cambio en los patrones y los tipos de alimentación, fenómeno llamado: transición nutricional. Y aquí es donde de frente nos encontramos con los Tratados de Libre Comercio (TLC) con sus cláusulas que rebajan los aranceles para la importación de alimentos y quiebran la producción agrícola que garantizaba la seguridad alimentaria y alimentaba una cultura culinaria con base en productos naturales y saludables que van del campo a la mesa sin preservativos químicos ni endulzantes artificiales.  Con los TLC los estantes de los supermercados se atiborran con bebidas y alimentos ultra procesados industrialmente, pródigos en azúcares, sal y grasas saturadas y en todas las ciudades se instalan las cadenas trasnacionales de restaurantes de comida chatarra que ingresan a nuestros países agregando a su menú, en el mejor de los casos, uno que otro plato con nombre nativo o un rotulo de “saludable”.

Tal vez el caso más estudiado ha sido el tratado de libre comercio entre Canadá, Estados Unidos y México o “NAFTA” por sus iniciales en inglés. Quienes en la primera década de este siglo asistíamos a los congresos anuales de la Sociedad Norteamericana de Salud Pública (APHA) empezamos a observar un aumento en los estudios que documentaban con gráficos y estadísticas como a la par que en la dieta de los mexicanos se substituían tortillas, tacos y burritos por pizzas y hamburguesas, aumentaban los índices de obesidad y enfermedades asociadas. 

Para el año 2015, México era ya en América Latina el mayor consumidor de productos ultra procesados y el país con más obesidad en el mundo, arrebatando esta dudosa distinción a los Estados Unidos. En promedio, una persona consumía anualmente 214 kg de bebidas azucaradas y comida basura. Mientras en el año 2000, México reportó más de 46 mil fallecimientos por diabetes, en el 2018, las muertes por diabetes alcanzaron más de 106.000, siendo la diabetes la primera causa de muerte en adultos de 45 a 64 años. Se calculan en alrededor de 10 millones las personas con diabetes actualmente en ese país y durante la pandemia se ha demostrado que las personas con diabetes y COVID-19 presentan complicaciones muchos más severas. El título de un libro de la profesora Alyshia Gálvez resume muy bien el impacto del tratado de comercio norteamericano: “Comiendo NAFTA: Comercio, Política de Alimentos y la Destrucción de México”.

Portada del libro comiendo NAFTA

EL TLC norteamericano también ha afectado de manera significativa a los canadienses. Luego de firmado el NAFTA en 1994, al rebajar los aranceles en alimentos y bebidas que contienen jarabe de maíz con alta cantidad de fructuosa se disparó la importación de edulcorantes calóricos y su consecuente uso en las comidas que se consumen en Canadá.  (Ver figura 1). 

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De manera similar, con las importaciones y el aumento de las inversiones norteamericanas en la industria de alimentos, Canadá aumento la cantidad de calorías disponibles a 170 kilocalorías por día, por persona, lo que ha permitido calcular que este aumento en calorías se traduce en una ganancia promedio de peso entre 1.8 y 12.2 kilogramos en la población dependiendo del sexo y el nivel de actividad física de las personas. 

En conclusión, los etiquetados a los productos alimenticios y bebidas que causan obesidad y enferman y los impuestos saludables, podrían no tener toda la efectividad deseada en el control de la obesidad y la diabetes, si se mantienen vigentes las cláusulas de los tratados de libre comercio que nos condenan a importarlos y consumirlos. 

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